viernes, 28 de abril de 2017

¡Olvídate de los monstruos del pasado! ¡Es una orden!



No todos pensamos igual, reaccionamos de la misma forma, gestionamos los conflictos y los problemas de manera similar ni a igual velocidad.

Por favor, respetemos la vida de los demás; sus decisiones, sus inseguridades, sus miedos, sus problemas, sus conflictos, sus propios dolores o heridas. También, sus alegrías, sus sueños, su forma de amar, lo que les gusta, sus procesos de aprendizaje y cómo llegan a darse cuenta de las cosas.

Cada vida es diferente. Lo que a nosotros nos va bien, a otros ni les ayuda ni les sirve;  incluso,  podría hacer que sus problemas se agravasen. Cada uno debe encontrar su propio camino y tenemos que respetar el proceso de búsqueda de los demás. En el mejor de los casos, podríamos acompañarles mientras hacen sus propios descubrimientos, si nos lo permiten.

Sabemos lo difícil que es alcanzar la deseada meta del equilibrio emocional. Por ello, deberíamos fijarnos el objetivo de que, las personas que son dependientes de otras, que no creen en sí mismas, ni en su propia capacidad para afrontar las dificultades, aprendan a ser más autónomas.

Por un intento de “ayudar” a que esas personas salgan del agujero en el que se encuentran, se están produciendo últimamente verdaderos bombardeos de mensajes, pidiendo que tomen las riendas de su vida, que solucionen sus problemas y que pasen página. ¡Claro que eso sería lo deseable! Pero, no se consigue este objetivo mediante una orden simplemente voluntarista.

Cada uno, como mejor pueda, con ayudas o sin ellas, debe encontrar la forma de cerrar sus  heridas y de continuar con su andadura. Tendrá que aprender a vivir con sus propios monstruos, saber que ahí están; pero, no tenerles miedo porque ya no le harán daño. Me refiero a esos elementos del pasado que no pueden borrarse u olvidarse, puesto que fueron experiencias difíciles, incluso traumáticas.

Es una utopía pretender que alguien olvide los sufrimientos del pasado, si le duelen, todavía. Esas vivencias dejan cicatrices que sirven como un recordatorio de lo que sucedió, aunque deseamos que nunca vuelvan a ocurrir. Lo contrario, sería como esconder el polvo bajo la alfombra. El día menos pensado, aquello que, precipitadamente, se dio por superado, volverá a aparecer y traerá algo de caos porque se pensaba que todo estaba resuelto y aclarado. No procede preocuparse en exceso, pues se encontrará cómo resolver la situación y, de paso, servirá para aprender las lecciones que, de la misma, se deriven.

Algunos cuestionamientos, tales como la familia, la amistad, el amor, el trabajo, son cíclicos y vuelven a nuestro pensamiento en distintas etapas de nuestra existencia. Pareciera una espiral  que comienza con un diámetro pequeño y que crece en tamaño y en altura, a medida que da vueltas. Los grandes temas personales se vuelven a presentar para que aprendamos otras maneras de responder a ellos, después de haber adquirido nuevos conocimientos y haber vivido un largo número de experiencias. Pero, no tan sólo recibirán nuestra respuesta, sino que se incorporarán a la lista de conceptos que nuestra forma de ser toma en consideración.

Algunas personas creen que lo mejor es avanzar, cerrar ciclos y dejar atrás, cuanto antes, ciertos problemas. Eso sólo ocurrirá cuando ya hayamos obtenido lo que necesitamos. No podemos pasar página de algo que todavía no comprendemos, que se escapa de nuestras manos. Ese proceso no puede acelerarse, de lo contrario, las heridas quedarán curadas en falso y se reabrirán más tarde. La mente es muy sabia. Si un problema sigue afectándonos, es porque todavía no hemos aprehendido de él lo que era necesario. Es preciso descubrir otra forma de responder ante las dificultades, decir lo que somos incapaces de expresar y poner unos límites a quienes tienen tendencia a no respetarlos.

Les comentaré lo que sucede con los niños: cuando hay algo que les preocupa, preguntan por ello, lo dibujan y lo sacan en sus juegos, día tras día. Hasta que, en algún momento, ese tema deja de interesarles porque ya han descubierto el motivo de su malestar. A nosotros nos ocurre lo mismo. Cuando logramos comprender lo que nos ha sucedido y ha quedado encajado en nuestro rompecabezas, la zozobra que nos embargaba pierde esa fuerza que tenía antes y la experiencia empieza a formar parte del pasado.



Imagen de 123RF: 22210983-ilustraci-n-de-los-dos-monstruos-felices-en-un-fondo-blanco  2




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