jueves, 30 de marzo de 2017

El maltrato psicológico tiene efectos demoledores, aunque aparenten ser invisibles



El maltrato psicológico, al que también se le conoce como acoso moral, se manifiesta con una frecuencia mucho mayor de la que algunos admiten reconocer. Suele estar presente en los distintos tipos de relación entre parejas y en el trato que, dentro del ámbito familiar, puede darse a los niños o a los mayores. También podemos encontrarlo en el colegio o en el lugar de trabajo.

Aunque gran parte de la literatura que encontramos se refiere al maltrato psicológico del hombre hacia la mujer, debido a su frecuencia, intensidad y gravedad, no desearía que nos olvidásemos de aquellas mujeres que, igualmente, practican este tipo de maltrato.

En este escrito me voy a centrar en el maltrato psicológico que los hombres dirigen hacia las mujeres; aunque, lo que se diga aquí, puede ayudarnos a identificar otros tipos de comportamientos igualmente dañinos.

Se trata de una repulsiva práctica que comporta la agresión psicológica a sus parejas, que persigue limitar al máximo su libertad de movimientos, practicando un acoso permanente sobre ellas, humillándolas y aislándolas de las personas de las cuales puedan recibir apoyo. Las atacan emocionalmente, buscando erosionar su autoestima y que se sientan indefensas, con el fin de lograr aumentar su grado de control y el poder sobre las mismas.

Algunos hombres se caracterizan por ser crueles agresores psicológicos. No debemos creer que este modo de violencia sea más leve que la agresión física. Una paliza puede curarse en una semana, mientras que un ataque emocional, sistemático, logra desequilibrarte y hacerte sufrir durante muchos años de tu vida. Lo peor, es que el maltrato psicológico suele anteceder y coexistir con el maltrato físico, haciendo que el daño emocional sea de mayor intensidad y complejidad.

El agresor psicológico tiene diferentes medios para lograr su propósito, que no es otro que el de conseguir la dominación de su pareja. Podemos identificar distintos tipos de comportamiento, según pretendan humillar a la víctima, hacerla creer que es ella la que se ha vuelto loca, mantenerla aislada de sus amigos y familiares, o bien, privarla de medios económicos para que no disponga de una mínima autonomía. En algunos casos, el agresor psicológico puede emplear estas estrategias de modo simultáneo, o alternarlas a su antojo.

Por medio de la humillación, el agresor va logrando minar la autoestima de la mujer y, de esta manera, se asegura que ella piense que no posee las fuerzas para salir de esa espiral de violencia psicológica y que no tiene los recursos emocionales necesarios para hacer frente a la situación o para tomar sus propias decisiones.

El maltratador va recorriendo un camino que comienza con algunas quejas, luego llegan las críticas constantes, hasta que aparecen los insultos; todo ello, ante la perplejidad de su pareja, que no comprende cuáles son los motivos que les han llevado hasta esa situación.

También, puede exigir que las cosas se hagan como él dice, sin permitir la más mínima desviación. Algunos, acostumbran a ponerla en evidencia en público, incluyendo comentarios claramente despectivos, o no permitiéndole dar su opinión sobre asuntos en los que, en realidad, ella tiene mucho que decir.

Como resultado de todo ello, la mujer vive en un permanente estado de ansiedad. ¿Qué vendrá luego?, se pregunta, atemorizada.  Deberá evitar hacer o decir cosas que puedan provocar la ira de su agresor.

Casi sin darse cuenta, la mujer puede verse atrapada en el abuso emocional. Algunas actitudes no le parecen tan raras, pues anteriormente las vio en el hogar paterno, en los comentarios de otras mujeres y hombres, en la televisión, en las canciones y en la prensa.  Sin apenas darse cuenta,  va excusando las acciones cada vez más coactivas de su pareja: si él insiste en tomar las decisiones, la mujer puede pensar que es para que ella no se preocupe. Si la espía, es porque está celoso y realmente la quiere, etcétera.

Para influir sobre la mujer, encontrará ilimitadas posibilidades, tales como los desprecios frecuentes, hacer una montaña de pequeños errores sin importancia o echarle en cara, constantemente, viejos fracasos o dificultades. Otro sistema utilizado, es el de atacar su salud física, dificultando que duerma, haciendo que se ocupe de tareas absurdas a ciertas horas, generando ansiedad sobre la seguridad de sus hijos o sobre cualquier otro tema. A su vez, puede impedirle que vea al médico, o que tome las medicinas prescritas.

Pretende disponer a su antojo de la voluntad de su pareja. La mujer, puede llegar a experimentar un estado mental de “desesperanza”, una especie de “niebla” que no le deja ver lo que está sucediendo y que le impide hacer frente a las presiones de su agresor, quien le mantiene cautiva, no con llaves ni muros, sino arrebatándole su energía vital, haciendo que se deprima.

Toda esa presión va haciendo que la mujer dude de la veracidad de lo que piensa y percibe. Que niegue sus sentimientos y deje de confiar en su propio criterio, hasta el punto de no tener una visión objetiva de la realidad. Como consecuencia de todo lo anterior, no es difícil que la mujer pueda empezar a dudar de su propia cordura.

Por medio de múltiples maniobras perversas, el agresor pretende demostrar a la mujer que él se comporta de modo honesto y lógico, de modo que es ella la que “debería ver a un psiquiatra”. Le dice esto para desestabilizarla, aunque luego no le permitirá que acuda a un especialista. Eso no le convendría a él, ya que podría abrir los ojos y darse cuenta de lo que está sucediendo: él exige seguir teniendo un gran control sobre ella.

El hecho de aislar a su “víctima” de su entorno más cercano, es un sistema muy utilizado. Para un agresor, algo casi necesario, ya que de este modo el control es mucho más intenso y eficaz. Paulatinamente, logra que deje de relacionarse con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Llegando, incluso, a exigir que ella permanezca en casa hasta que él vuelva.

El propósito fundamental del aislamiento es poder aumentar el control de la otra persona. Si un hombre puede mantener a su pareja fuera de contacto con el mundo exterior, ella dependerá sólo de él para todo. Estará obligada a prestar obediencia absoluta, sin recursos del exterior en los que apoyarse, con sólo sus propias y menguadas energías, para hacer frente al agresor. El maltratador puede hacer que la mujer se aparte de sus familiares o amigos, poniéndola en su contra por medio de sus comentarios y su actitud. Es otra forma más de “comerle el coco”, haciéndole ver que él es el único que la cuida, que se ocupa de ella, que como él nadie la quiere, que ella únicamente lo tiene a él, que los demás no la tienen en cuenta y sólo se ocupan de sus propios asuntos r intereses.

Cuando la mujer no trabaja, o cuando sus ingresos son de una cuantía significativamente inferior a los de su marido, el agresor psicológico utilizará el dinero como forma de control y de agresión psicológica hacia la mujer. Si la priva de todo sustento económico, además de castigarla, la humillará y le demostrará “quien manda”. Algunos, racionan el dinero para los gastos personales y del hogar, obligándoles a rendir cuentas, decidiendo en qué se puede utilizar y negándose a que sea ella la que disponga y administre las cuentas.

El maltratador psicológico tiene a su disposición un verdadero manual que contiene las distintas maneras y formas de comportamiento  para torturar psicológicamente a una mujer. Cualquiera de las alternativas contempladas puede ser válida para la consecución de sus objetivos

¡Aterrador, pensar que pueda hacer uso indiscriminado y caprichoso de todas ellas, a la vez!




Imagen de 123RF, encontrada en Internet, modificada para el blog: 58622246-ilustraci-n-gr-fica-de-una-mujer-llorando








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