domingo, 14 de febrero de 2016

Las cadenas de Afrodita




Lorraine C. Ladish, en su libro “Más allá del amor. Amistad, afecto y compromiso”, habla, en ocasiones, de dependencia emocional, y en otras, utiliza el término “codependencia”, que no es un vocablo recogido por la Real Academia Española de la Lengua, en su Diccionario. En nuestro estricto deseo de respetar al máximo a la escritora, el lector nos habrá de permitir la utilización de este término.

Su autora entiende por codependencia la relación obsesiva con otra(s) persona(s). Es una pasión que nos desborda y se torna incontrolable. Nos afecta de dos formas principales: en una de ellas, nos obsesionamos por controlar, ayudar o dirigir a una persona o situación que se escapa de nuestro control; en la otra, nos dejamos controlar, ayudar o dirigir por un individuo o situación. En ambos casos, es nuestra autoestima la que está en juego. La codependencia implica que uno se quiere poco. También se encuentra ligada a la inseguridad y al miedo.

Mientras que, en otro artículo, “Objetivo irrenunciable: el amor independiente”he pretendido exponer las Características del amor independiente, en éste, me referiré a las Características del amor codependiente, que señala la autora en su libro.  

Deseo que no sólo piensen en las relaciones de pareja ya que todas las relaciones afectivas deberían ser independientes, y no codependientes, o con  dependencia emocional. El amor codependiente:


Te consume.

Te pasas el día pensando en la otra persona. Eso absorbe tú energía. En lugar de hacerte sentir mejor, esa forma de relacionarte te está impidiendo dedicarte a otras actividades y personas. Incluso dejas de dedicar tiempo para ti mismo. Si ella tiene algún tipo de problema, como no trabajar, no estudiar, ser infiel, estar deprimida o enferma, sufrir una adicción…, tú empleas mucho tiempo, y esfuerzo, intentando que la situación cambie.

Produce más dolor que satisfacción.

La relación te hace daño. Los momentos buenos son pocos. Percibes que te miente, que tiene un/a amante, te falta al respeto, no atiende tus necesidades… Todo ello te produce dolor; a pesar de lo cual, empiezas a tomarlo como algo normal.

Es masoquista.

No tiene por qué ser en el sentido físico, aunque lamentablemente los casos de violencia en parejas, y a veces en la familia, son demasiados. Puede ocurrir que, sin ser consciente de ello, obtengas algún tipo de placer en el dolor emocional que te provoca el comportamiento de alguien. O bien, soportas situaciones dolorosas, y difíciles, porque te proporcionan algún tipo de “seguridad”.

Provoca temor al cambio, a lo desconocido.

A pesar de sentirse atrapados en una relación conflictiva, se han acostumbrado. Los dos tienen miedo a que cambie la situación. Aquello de que más vale lo malo conocido…, es válido en este tipo de relaciones. Temen terminar la relación, o intentar hacer algo para que mejore.

Dificulta el crecimiento personal.

En una relación dependiente, te centras tanto en la misma, dando vueltas sin encontrar salidas, que dejas de hacer aquello que te ayuda a crecer interiormente. Te hace aislarte socialmente, rendir menos en el trabajo, dejar de practicar aficiones... Tu vida se reduce cada vez más, al centrarte en una obsesión por una relación cada vez más enfermiza y deteriorada.

Carece de comunicación. No es sincero.

Al haber desconfianza e inseguridad en la relación, ninguno se atreve a decir la verdad. Por miedo a perder al otro, o a los otros, se abstienen de ser sinceros. Sonríen, aun cuando están sufriendo. Evitan pedir atención, cariño o apoyo. Prefieren mantener las apariencias, padeciendo en silencio. La falta de confianza, de sinceridad y comunicación es el peor enemigo de cualquier lazo afectivo. Afortunadamente, tiene solución.

Utiliza juegos psicológicos y manipulación.

Una, o ambas partes, manipulan y/o juegan con el otro. Por ejemplo, se hace la víctima para atraer el cariño y la atención de otro. Aprende a detectar tus momentos bajos o vulnerables y los aprovecha para conseguir que hagas lo que quiere, cuando quiere. Deja de llamarte varios días seguidos para tenerte en vilo y luego no te cuenta lo que ha hecho. Tú intentas darle celos coqueteando delante de él o de ella…

Da a cambio de algo.

Cuando te hace un favor, o se lo haces tú, es porque ya estás pensando qué le vas a sacar a cambio. Si no lo obtienes, te sientes enfadado. El mero hecho de dar o hacer cosas por tu pareja no te produce satisfacción: es, siempre, un medio para obtener un fin.

Desea cambiar al otro.

Siempre le encuentras defectos, y piensas que si dejara de hacer esto, o lo otro, sería mejor. Que dejara de ser mujeriego, o dejara de coquetear, o ligar, o deje de beber o de fumar, o que no se pase la vida viajando, que sea detallista… Pero no puedes cambiar a otra persona, si ella no cambia por sí misma. Si no soportas algo de una persona es más fácil relacionarte con alguien diferente, que intentar que modifique sus hábitos o costumbres. Si no aceptamos a la otra persona como es, si queremos que cambie en cosas importantes, se puede decir que no la amamos lo suficiente. Deseamos que sea la respuesta a nuestros problemas, y a nuestros vacíos y necesidades. Pretendemos que prevalezca nuestra forma de ver la relación. Aquí no hay libertad, no hay independencia. De alguna forma, los dos imponen su forma de ser. No desean modificar ciertas conductas por el bien de los dos.

Busca solucionar los problemas internos mediante la otra persona.

Crees que algunos de tus problemas o dificultades, o todos, se van a solucionar si estás con esa persona. “Intentas refugiarte en ella”. La utilizas para olvidar que no tienes trabajo y que no haces nada para conseguirlo. Si eres tímido, procuras que ella sea la que se ocupe de las relaciones sociales. Si eres un manirroto, le entregas todo el dinero para que lo controle ella, y luego le echas en cara que no sepa manejarlo. Crees que te sacará de la depresión, de los problemas económicos, de un desengaño amoroso, etcétera. Pero, el amor nunca soluciona los problemas que no resolvemos nosotros mismos.

Provoca miedo al abandono durante la separación física.

En el amor emocionalmente dependiente sólo la presencia física parece satisfacernos. El hecho de que el otro no esté presente, físicamente, nos produce ansiedad. No sabemos lo que está haciendo. Tememos que nos traicione, que no vuelva, que se olvide de nosotros… Lo mismo puede suceder cuando no hay comunicación por teléfono o por las redes sociale. Nos inquieta. Es incómodo y desagradable. Tememos perderle...

Celos, desconfianza.

Cuando los celos son fundados, la relación tiene poco futuro, puesto que no hay compromiso por una de las partes. Cuando no son fundados, indica un desequilibrio e inseguridad por parte de quien los sufre. Cuando no se tiene confianza, en una relación, se vive en un estado constante de ansiedad. No puedes contarle lo que realmente sientes o piensas.

Es desagradable sentir celos, fundados o no, y también saber que alguien los siente hacia nosotros. Los celos y la desconfianza no se dan únicamente en las relaciones amorosas, se pueden dar entre amigos y con los familiares. Pero, todos son dañinos para las relaciones.

Intenta controlar al otro, incluso cuidarlo.

El miedo a que se aleje, o te abandone, esa persona que para ti es importante, te impulsa a querer saber, en todo momento, qué hace, a dónde va, con quién está… Esto te consume y, además, asfixia al otro. Una forma de disimular este control es dedicarte a cuidarlo como si estuviera desvalido. Cuando te vuelcas en cuidar de alguien como si se tratara de un chiquillo, lo único que consigues es que se comporte como tal, y te agobie, o bien que se harte y se vaya, física o emocionalmente.

Casi siempre hay conflictos de intereses.

Cada uno desea algo diferente de la relación. Rara vez coinciden los relojes biológicos, mentales o sexuales. Es decir, ella quiere una relación monógama y tú no quieres ningún compromiso. Él quiere que viváis juntos, pero tú no quieres que se mude a tu apartamento. Ella quiere salir todos los días con sus amigas, pero tú preferirías que pasara alguna tarde en casa. Ocurre en todos los tipos de relaciones. Normalmente, estas diferencias denotan distintos grados de compromiso, si lo hay, en la relación.

Produce la sensación de estar en una montaña rusa.

Tan pronto estás eufórico como hundido en la miseria. Tu pareja te hace una promesa y luego la rompe. Estás en la cresta de la ola o en el fondo del mar. Rara vez hay una sensación de paz y equilibrio. Y si alguna vez la sientes, piensas que es temporal, que se puede romper en cualquier momento. Cuando las relaciones presentan esta variación en los estados de ánimo, y en la forma de actuar de sus componentes, es agotador, produce inseguridad e inestabilidad.



Después de leer todo esto sobre las relaciones con dependencia emocional, o codependientes, les invito a que se aproximen a la otra cara de la moneda. Pueden ver el escrito: “Objetivo irrenunciable: el amor independiente”, accediendo a él mediante el siguiente enlace:











1 comentario:

  1. Estupenda exposición de la CODEPENDENCIA, clara, real, que te hace reflexionar muy profundamente. En realidad muchos nos podemos identificar, en ella.

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